1.
No tener en cuenta las características del entorno: la elección de la interfaz
va a depender de si es una pantalla interior o exterior. Los colores que se ven
espectacularmente bien dentro de una tienda probablemente no lucen igual en el
exterior a la luz del sol.
2.
Explotar al máximo las posibilidades de la interactividad de la pantalla. Sobre
todo las nuevas tecnologías que permiten a varios usuarios interactuar con el
sistema de forma simultánea
3.
No proteger las pantallas. No sólo nos referimos a proteger físicamente las
pantallas de la humedad, polvo, altas temperaturas… sino de proteger la
interfaz de los ataques maliciosos o las manipulaciones. Nuestros productos
deben ser capaces de resistir estas amenazas y permanecer disponibles para los
usuarios.
4.
No adaptar la interfaz al tamaño de la pantalla. Si queremos que interactúen
varias personas a la vez o crear contenidos muy visuales, una pantalla pequeña
será (probablemente) una mala elección.
5. No actualizar los contenidos. La experiencia del Digital
Signage está pensada para enganchar al usuario y aportarle valor. Si no se
actualiza de forma regular, este objetivo no se cumplirá y nuestros usuarios no
volverán a buscarnos.
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